París es una ciudad a la que acuden millones de visitantes cada año, y cada uno de ellos busca aquí algo diferente: para algunos, París es la ciudad más romántica del mundo, alguien está orgulloso de su arquitectura antigua y única, alguien intenta disfrutar del estilo de vida parisino, alguien se interesa por los museos y sus magníficas colecciones. Todo ello queda perfectamente reflejado en la frase “Ver París y morir”, que encarna el límite de los sueños realizados por esta ciudad. Sin embargo, en los últimos años, la imagen de la bella París se ha visto ensombrecida por problemas sociales y de civilización, el metro de París sigue contrastando con los sutiles perfumes franceses, y los vagabundos pueden merodear o incluso vivir frente a boutiques caras. En realidad, esos contrastes siempre han existido.
Así, la Torre Eiffel, que se ha convertido en el principal símbolo de la ciudad del amor, se construyó en el lugar de una de las batallas más sangrientas de París: el Campo de Marte. Mientras que la reconocible arquitectura haussmanniana con las rejas de hierro de las ventanas, de hecho, cambió y reconstruyó casi por completo el antiguo París, que era familiar para sus habitantes a mediados del siglo XIX.
¡Son precisamente estos contrastes los que se convierten en un rasgo distintivo de París y de sus habitantes y crean un espíritu completamente único que atrae a través de los tiempos! En nuestro recorrido, veremos cómo esta ciudad atrajo primero a julio César, y luego, en la Edad Media, se convirtió en el centro del pensamiento intelectual, lo que hizo de París la ciudad europea más densamente poblada. La otra cara de este proceso de pensamiento eran las hogueras, que fueron sustituidas por fastuosas fiestas y celebraciones con motivo de bodas reales o del nacimiento de un heredero largamente esperado. Y la propia formación, fortalecimiento y declive de la monarquía francesa está estrechamente inscrita en el paisaje urbano de París, e incluso una arteria principal de la ciudad es un puente que conecta el poder de los reyes con su caída final.
La propia ciudad nos hablará de todo esto: no sólo veremos los monumentos más famosos, como Notre Dame de París, el Louvre, la Torre Eiffel, el Parque de las Tullerías, la Plaza de la Concordia y la Plaza de la Bastilla, sino que tampoco pasaremos por alto las recoletas perlas de parque de la capital y las sinuosas calles llenas de historias misteriosas y a veces oscuras. Crearemos nuestro propio París, fascinante, polifacético y único.